Muhamad Eb-Dib, un joven pastor de la tribu Ta ́amira descubrió sobre la pendiente rocosa que desciende del desierto de Judá al mar muerto, una gruta llena de manuscritos. Los manuscritos eran fragmentos hebreos escritos sobre mal conservadas pieles de cuero, que fueron utilizados por el joven pastor para arreglar unas viejas sandalias, y solo 2 años después uno de sus tíos pensó en llevar a Belén a un anticuario. Así en 1947 unos rollos fueron a parar a Jerusalén, donde los adquirió el profesor Sulenik, de la Universidad Hebrea y otros el metropolitano del Monasterio Sirio-Ortodoxo de San Marcos, Samuel Mar Atanasio.
Los manuscritos fueron hallados en la zona donde predicó y vivió Juan El Bautista, maestro de Jesús, llena de grutas, 11 de las cuales contenían otros ma- nuscritos.
Los manuscritos datan, en su gran mayoría, del siglo anterior al nacimiento de Cristo (más concretamente, el más antiguo de ellos es de unos 20 años antes de Cristo) y el siglo II después de Cristo. Es decir, los manuscritos deberían ser el testimonio máximo de la vida de Cristo... y así ha sido.
Los manuscritos más importantes y más completos, se refieren al libro bíblico de Isaías (dos copias), y han aparecido también un comentario al libro de Aba- cuc, un manual litúrgico llamado regla de la comuni- dad, que es donde encaja la figura histórica de Je- sús, como veremos enseguida.
Los textos ya traducidos, reflejan las ideas de un movimiento religioso autónomo frente al hebraísmo oficial y en oposición a él, donde se habla de la Nueva Alianza, de un “pacto” establecido entre Jehová y un personaje que vivió 100 años antes de Cristo.
La organización requería de sus miembros la práctica de varios ritos entre los que destacan: a) el bautismo, b) la confesión de los pecados, c) la eucaris- tía, o sea el alimento consumido en común en forma de pan y vino.
La adhesión a la nueva comunidad implicaba también la renuncia a los bienes privados.
Curiosamente, la traducción real de “Nueva alianza” al latín en Nuevo testamento y la traducción del término hebreo “mashiah” (Mesías) al griego es “jristós” (Cristo).
Esto viene al caso, porque a raíz de la derrota final del movimiento hebreo contra los romanos en el año 70 d.C.., los grupos del nuevo testamento y otros que luchaban con las armas en la mano contra el imperio romano, se dispersaron por el mundo y eran llamados precisamente “cristianos”.
Esta es la dirección en que la importancia de los rollos del mar muerto ,adquieren una fantástica categoría: los manuscritos vienen a ser el eslabón perdido entre los Evangelios y la Biblia.
En los pasajes de los rollos se han encontrado nada menos de 500 pasajes comunes a los textos del llamado nuevo testamento. En ellos se habla de un maestro de justicia, mediador entre Dios y los hombres, a quien “la habían sido revelados todos los mis- terios” y que “había recibido una misión extraordinaria para los hijos de la gracia”. Estamos pues en plena ideología cristiana.
Pero hay más datos curiosos: entre esos grupos “subversivos” y fanáticos, se encuentran varios que coinciden con los nombres que recibieron Cristo y sus discípulos en los evangelios: los esenios, los celotas, los nazarenos, los galileos, los mandeos y otros.
A uno de los discípulos de Cristo se le llama en los primeros textos cristianos del siglo II, “Simón el Celota”. ¿Qué se podría concluir de todo esto?.
Una hipótesis que parece ser las más aceptada por teólogos e historiadores de todo el mundo, es la siguiente:
Jesús (hijo de José y María y no del espíritu santo) perteneció desde su juventud a una de esas sectas. Por ello fue bautizado por Juan El Bautista, dedicándose los últimos años de su vida a la agitación contra los jerarcas hebreos (fariseos y saduceos) que se habían plegado al dominio romano.
Denunciado por los mismos hebreos al gobierno virreinal romano, fue juzgado, sentenciado a muerte y crucificado (tal como el maestro de justicia de los rollos), aunque no se haya aparecido a sus doce discípulos, como según el rollo ocurrió con el Maestro.
Posteriormente, sus compañeros prosiguieron en su lucha y se dispersaron cuando Roma acabó con Jerusalén, creándose la leyenda del Mesías que se convirtió, 3 siglos mas tarde, en el “cristianismo”.
Todo coincide con esta versión: la historia, la lógica y el sentido común y científico.
Lo demás es pura y celestial TEOLOGIA, es decir inventos píos de la Santa Madre Iglesia Católica.
Así la figura de Cristo (guerrillero a su modo contra la dominación imperialista) fue transformada nada menos que en “hijo de Dios” y explotada bien y bonito desde hace 18 siglos por Roma y sucursales.
Pero frente a la farsa religiosa enemiga de la verdad, la ciencia y el progreso de la humanidad (¡Que frase!), el hombre siempre ha luchado aun a costa de su vida, por descubrir la verdad y por vencer el oscurantismo religioso.
La historia del pensamiento del hombre es por ello la historia y el triunfo del ateismo.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario