Pensar ha sido fácil para el hombre, no así dar a conocer su pensamiento. La llegada del cristianismo como religión oficial del estado (en este caso, del imperio romano), acabó con la tolerancia hacia quienes creían en otros dioses (o no creían en ninguno).
Desde sus inicios, el papado se constituyo en un feroz perseguidor de los “herejes, infieles y ateos”, que ponían en duda a Jesucristo como hijo de dios y a la iglesia como su representante. Por siglos y siglos, la iglesia obligó a la gente a creer en sus doctrinas, bajo pena de muerte (y de pilón, infierno en la otra vida). Quien se atrevía a dudar de las enseñanzas del papa, se las tenía que ver con la santísima inquisi- ción (cristiana of course). No pensar, era garantía de seguir con vida (y lleno de fe).
De 1481 a 1808, solo en España, la santa inquisición quemó vivos a 32.472 por cuestiones de religión (sin contar las victimas de Holanda, Francia, Italia o las indias), todo en nombre de Jesucristo. En Alemania solo, de 1450 a 1550, más de 100,000 mujeres fueron muertas por la iglesia por herejes y brujas. ¿Cuántos millones de seres humanos murieron durante la conquista de América al defenderse del cristianismo invasor?, ¿Cuántos otros millones de infieles cayeron bajo la implacable y cristiana espa- da de las cruzadas?.
Y no olvidar que la iglesia católica fue la madre inventora de antisemitismo, siendo Hitler sólo un modesto discípulo seguidor de las enseñanzas de Roma. ¿Quién mató más judíos: la iglesia católica o Hitler?. Hijos predilectos de dios (según la Biblia), los judíos cayeron de la gracia de su hijo (dijo la iglesia) y durante 19 siglos fueron perseguidos y asesinados por los católicos y demás cristianos (por no creer en Jesús como dios); y por lo mismo murieron miles de africanos, asiáticos, australianos, árabes, latinos y demás infieles: por falta de fe en el nuevo dios de los blancos.
Hablando de Hitler es necesario saber que el paranoico sujeto era católico, que nunca dejo la iglesia, que nunca fue excomulgado y que su libro “Mein kampf” (mi lucha), ¡Nunca fue puesto en el index de los libros prohibidos por el vaticano!.
“Necesitamos soldados obedientes, por ello no me opongo a que se siga enseñando la religión en las escuelas de Polonia”, dijo Hitler a la jerarquía católica polaca. Y no olvidar que las iglesias apoyaron oficialmente a Hitler en su campaña de exterminio de judíos y “rojos”.
Por el contrario, cuando algún conquistador misionero y “propagador de la fe” caía muerto a manos de los infieles, la iglesia lo declaraba santo y lo ingresaba a la lista de nuevos dioses a adorar y por quien seguir matando (al cien por uno) más herejes, infieles y ateos.
Tomado de Manual Del Perfecto Ateo, RIUS.
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