Jesucristo no vino a este mundo a fundar ninguna iglesia, dado que no era hijo de dios, sino de José, un carpintero viudo lleno de hijos (Eleazar, Cleofás, Matías, Simón y Judas) casado en segundas nupcias con María, con quien procreó otros 5: Jesús, Efraín, Andrés, Ana y Santiago (y 2 más, José e Isabel según otros historiadores).
Esta es la verdad histórica de Jesús, a quien la iglesia ha nombrado Dios; pero eso no lo saben millones de personas que creen lo contrario o hacen como que lo creen, es decir: creen que creen.
Los cristianos creen lo que la iglesia quieren que crean. La iglesia dice que Jesucristo (hijo de dios) vino a fundarla: “Jesucristo eligió 12 apóstoles, los instruyo durante 3 años, les comunicó sus poderes y los envió a predicar el evangelio por todo el mundo” (la iglesia). La iglesia predica que dios envió a su hijo (Jesús) y que este, antes de regresar con su dios-padre, decidió renegar de la religión paterna y fundar otra. ¿Cómo prueba la iglesia que Cristo la fundó?, pues... se remite al evangelio.
En una frase del evangelio de San Mateo está la úni- ca prueba: “Tu eres Pedro y sobre esta piedra edificare mi iglesia”. Los teólogos dudan que Cristo haya dicho esas palabras y creen que San Pedro se las hizo poner en boca de Cristo para hacerse nombrar su “sucesor”: no olvidar que los evangelios se escribieron 50 años después de la muerte de Cristo. Lo mismo sucede con la pretendida crucifixión al revés de San Pedro: ninguna prueba histórica la demuestra.
Dejémonos mejor de chismes y leyendas, para pasar a la real historia del cristianismo. Por los siglos y siglos, la historia de la humanidad fue escrita bajo los dictados de la iglesia católica romana: la historia que conocemos fue hecha para hacer aparecer a Cristo y a la iglesia como lo máximo y lo único. Solo en los últimos años los historiadores se han liberado de la presión religiosa, para dedicarse “en serio” a la investigación.
Ante las abrumadoras verdades que han salido a la luz, la iglesia ha tenido que reconocer (en 1969) que la mayoría de los llamados “santos” venerados du- rante siglos, no fueron más que leyenda o dioses ro- manos rebautizados con nombre cristiano. Así como que la inmensa mayoría de papas “sucesores de San Pedro” no fueron más que ambiciosos obispos an- siosos de poder, asesinos muchos de ellos, corruptos principitos llenos de hijos bastardos, interesados solo en el trono de los enormes territorios controlados por la “iglesia de Cristo”.
La historia del cristianismo es una historia fraudulenta llena de mentiras, cuentos, falsedades y mitos, utilizados sabiamente para hacer aparecer a la religión cristiana como la única inspirada por dios y a su iglesia como la iglesia de Jesucristo.
Las dudas que los historiadores tenían sobre Cristo y su iglesia tuvieron una inesperada ayuda un día de la primavera de 1947:
La aparición de los Manuscritos del Mar Muerto.
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