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viernes, diciembre 27, 2024
Lección de los Gansos.
El Vuelo de los Gansos: una lección de vida
¿Cómo nos hemos dejado engañar durante miles de años de que la ley del más fuerte, la competitividad, el egoísmo y el individualismo es lo mejor para la sociedad? ¿A dónde nos han llevado estos valores? ¿Vivimos en el mejor de los paradigmas posibles? ¿Quién nos puede enseñar a tomar otro rumbo?
Pues en este caso se trata de mirar al Cielo, pero no para inspirarnos en los grandes Maestros Espirituales, sino en los humildes gansos cuya estructura social es digna de admiración e intento de imitación por nuestra parte.
El vuelo de los gansos y su estructura en “V” no sólo es solidaria e integradora de todos los individuos, sino que además es mucho más eficaz porque la unión hace la fuerza en todos los reinos de la Naturaleza, y nosotros somos uno más.
Merece la pena reflexionar sobre las lecciones del vuelo de los gansos y sobre las perspectivas que nos abren si aplicásemos el sentido de la cooperación en vez de la competencia en nuestras vidas:
Lección 1: Los gansos con el movimiento de sus alas van creando cada uno “una fuerza de sustención” que ayuda al ganso que viene detrás de él, volando en una formación en “V”.Deducción: Cuando compartimos un mismo objetivo y tenemos sentido de comunidad, podemos llegar a donde deseamos, más lejos, más fácil y más rápido, ya que al viajar juntos (estar juntos) nos vamos ayudando mutuamente. Este es el beneficio de apoyo mutuo.
Lección 2: Cuando un ganso se sale de la formación este siente la resistencia y el esfuerzo de lo que significa volar solo, por lo que el ganso vuelve a la formación para aprovechar “la fuerza del levante” del ganso que va hacia adelante. Deducción: Si nosotros tenemos la misma sabiduría que el ganso nos mantendremos en formación con aquellos que van en la misma dirección y estaremos dispuestos a aceptar su ayuda como también a darle la nuestra a los demás.
Lección 3: Cuando el ganso que lidera la formación se cansa, cambia su posición pasando a la formación para que otro ganso lidere la bandada. Deducción: Obtenemos resultados óptimos cuando hacemos turnos para realizar los trabajos difíciles. Es conveniente alternarse para realizar las labores más desgastadoras y compartir el liderazgo, al igual que los gansos nosotros dependemos unos de otros.
Lección 4: Los gansos que vuelan en la parte posterior de la formación, graznan por alentar a los que van en la punta con el propósito de mantener la velocidad. Deducción: Una palabra de aliento produce grandes resultados. Debemos de asegurarnos que nuestros “graznidos” sean para alentar y no para otra cosa.
Lección 5: Cuando un ganso se enferma, es herido o derribado por un disparo, por lo menos dos otros gansos salen de la formación y lo siguen para ayudarlo y protegerlo. Se quedan con él en tierra hasta que es capaz de volar o muere, luego ellos con su propia formación, se unen a otros hasta alcanzar la bandada de donde provienen. Deducción: Si tenemos tanto sentido como los gansos, nos mantendríamos siempre uno al lado del otro y nos ayudaremos mutuamente en tiempos difíciles. Esto se llama: TRABAJO EN EQUIPO.
De Jesus .. Nunca le Dijeron Que Era Su Hermano.
Yo soy Juan Atampam, Blas Llaguarcos, Bernabé Ladña, Nací y agonicé en Chorlaví, Chamanal y Tanlagua, Si, mucho agonicé Sudor de sangre tuve en mis venas Añadí así más dolor y blancura a la cruz que trajeron mis verdugos. A mi tam. A José Vacacela tam. A Lucas Chaca tam. En medio de plaza de Guápulo y en rueda de otros naturales nos trasquilaron hasta el frío la cabeza. Oh, Pachacámac, Señor del infinito nunca sentimos más helada tu sonrisa, y al páramo subimos desnudos de cabeza, a coronarnos, llorando con tu sol. Y a Melchor Pumaluisa, hijo de Guápulo, en medio de patio de hacienda, con cuchillo de abrir chanchos, cortáronle testes. Obligándole a caminar a patadas delante de nuestros ojos llenos de lágrimas. A cada golpe, echaba chorros de sangre, hasta que cayó muerto y la flor de su cuerpo. Y vuestro teniente de justicia mayor José de Uribe: "Te ordeno". Y yo con otros mitayos le llevábamos a todo pedir para sus paseos, en hamaca, de casa en casa. Mientras tanto mujeres con hijas mitayas, a barrer, a carmenar, a hilar, a tejer, a lamer platos de barro - nuestra hechura,- Y a acostarse con viracochas, nuestras flores de dos muslos, para traer al mestizo, verdugo venidero. Ya sin paga, sin maíz, sin runa-mora, ya sin hambre de tanto no comer; sólo calavera, llorando granizo viejo por mejillas, llegué trayendo frutos de la yunga. Cuatro semanas de ayuno. Encontré a mi mujer partida en dos por Alférez Quintanilla, Mujer, convivienta de éste, mató dos hijos míos a latigazos. Pachacámac, Pachacámac y yo, a la vida así morí. Y de tanto dolor, siete cielos por setenta soles, Pachacámac, mujer pariendo mi hijo, le torcí los brazos. Ella, dulce ya de tanto aborto, dijo: "Quiebra maqui de guagua; quiebra pescuezo de guagua; no quiero que sirva que sirva de mitayo a viracochas". Quebré. Y entre Curas, tam, unos pareciendo, buitres, diablos, había. Iguales. Peores que los de dos piernas. otros decían: "Hijo, amor a Cristo". unos decían: "Contribución, mitayo, a trabajar en mi hacienda, a tejer dentro de iglesia, cera para monumento, aceite para lámpara, huevos de ceniza, doctrina y ciegos doctrineros. Vihuela, india a la cocina, hija a la cama. Así dijeron. Obedecí. Y después: Ron, Manuel, Salva, Antonio, Miguel, leña, carbón, huevos, pescado, piedras, ceniza, mujeres, hija, runa-llama runa-llama que en tres meses comiste más dos mil corazones de hijas. Y a mujer que tam comistes cerca de oreja de marido y de hijo, noche a noche. Brazos llevaron al mal. Ojos al llanto. Hombros al soplo de tus fuetes, Mejillas a lo duro de tus botas. En obraje de telas tam trabajé, año cuarenta días, yo, el desnudo, encerrado en oscuro calabozo, de un claror hasta el otro claror. Con puñado de maíz para mi pulso que era más delgado que el hijo que tejía trabajé, trabajé, tejí, tejí, Hice la tela con que vistieron cuerpos los señores, que le dieron desnudez y blancura a mi esqueleto. Y día viernes santo, amanecí acostado, con vómito de sangre entre hilos y lanzaderas. Así, entinté con mi alma, llena de costado, la tela de los que me desnudaron. Y a un Cristo, adrede, tam trujeron, entre lanzas, banderas y caballos. Y a su nombre, hiciéronme agradecer el hambre, la sed, los azotes diarios y la desraza de mi raza. Así avisa al mundo, amigo de mi angustia. Di. Da diciendo. Dios te pague. Y bajo ese mesmo Cristo, negra nube de buitres de trapo tam vinieron. Tantos. Hicieron cientos de casas. Miles de hijos. Robos de altar. Pillerías de cama. Dejáronme en una vera del camino, sin sur, sin norte... ¡dejáronme! Y luego en trapiches donde molían la cañas, moliéronme las manos, hermanos de tristeza bebieron mi sanguaza, Miel y sangre. ¡Y me enseñaron el triste cielo del alcohol! y la desesperanza. Dios Tipac Pachacámac, ¡Pachacámac!¡Pachacámac! Tú que no eres hembra ni varón. Tú que eres todo y eres nada, Como el venado herido por la sed te busco y sólo a ti te adoro. ¡Pachacámac! Si tan sólo supieras, amigo de mi angustia, cómo pegaban sin razón "Indio, capisayo al suelo, indio, calzoncillos al suelo, indio bocabajo, cuenta los azotes" 1, 3, 5, 7, 25, 75. Así aprendí a contar, con mi dolor y mis llagas, en tu castellano, y luego levantándome sangrando tenía que besar mano y látigo de verdugo. "Dioselopagui, amito", decía de dolor y de tristeza. En hacienda tam, entre barredoras, hierbateras y cocineras había una llamada Dulita. Un día se le cayó una escudilla de barro, Ay, se le cayó en mil pedazos. Y el mestizo Juan Ruíz, tanto odio para nosotros por retorcido de sangre pateándole las nalgas le llevó hasta la cocina Ella, ni un gemido, ni una lágrima pero dijo una palabra tan suya y tan nuestra: ¡Carajú! Y él, muy cobarde, puso una cáscara de huevo en la llama hasta que estuvo roja y le pringó en los labios, así, que se le abrieron como rosas. Cinco días no comió, yo la encontré muerta en la acequia de los excrementos. Y al Tomás Quitumbe, el hijo de Quito, que se fue huyendo de terror, por esos montes, le persiguieron; un alférez iba a la cabeza. Y él, corre que corre, como venado herido por esos montes de sigses, plata y pluma hasta que cayó herido a los pies de tantos pedernales. Cazáronle. Amarráronle el pelo a la cola de un potro alazán, y arrastráronle hasta medio de patio de la hacienda de los Chillos. Allí le rellenaron las heridas con ají y sal, así todo piernas, así todo trasero: "Amo viracocha, perdón, amo viracocha, perdón, amo viracocha, perdón". Nadie le vio morir. Pero un día volví. ¡Y ahora vuelvo! Esta tierra es mía, mía, mía para adentro, como mujer en la noche. Mía, mía para arriba, más allá del gavilán. Vuelvo, álzome! Levántome del tercer siglo, de entre los muertos! ¡y de los muertos, vengo! ¡Yo soy Juan Atampam! ¡Yo, tam! ¡Yo soy Blas Llaguarcos! ¡Yo, tam! Esta tierra es mía, la tierra se mueve con todas sus caderas sus vientres y sus mamas. ¡Yo soy el indio de América! Vengo a reclamar mi heredad. ¡Pachacámac! Aquí estoy, aquí estamos. ¡Aquí estoy!
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5. Monseñores: Ceca de
Video George Carlin sobre Religión
https://youtu.be/s1MdRzZWQMo?si=Qrs90m1XrYmA37-n
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ALEGATO DE UN INCA ANTE DIOS - ¿Acaso no sabías que existía este continente? ¿Por qué la Biblia no lo nombra? ¿O acaso tu mano omnipotente ...
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